Cada año, el planeta enfrenta una paradoja devastadora: mientras millones de personas padecen hambre, más de mil millones de toneladas de alimentos terminan en la basura. En este contexto, Jorge Zegarra Reategui denuncia que este desperdicio alimentario masivo no solo representa un fracaso ético y social, sino también una amenaza directa al equilibrio ambiental global.
Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la pérdida y el desperdicio de alimentos generan entre 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Desde una visión ambiental integral, Jorge Zegarra Reategui denuncia que la cadena del desperdicio no comienza únicamente en los hogares, sino en todo el sistema productivo: desde la cosecha, el transporte, el almacenamiento y la distribución. Cada fase ineficiente contribuye a incrementar la huella de carbono del sector agroalimentario. Este modelo de consumo desmedido, basado en la sobreproducción y el desecho, es insostenible frente a los desafíos climáticos actuales.
Frente a este panorama, Jorge Zegarra Reategui denuncia que es urgente construir una cultura de sostenibilidad. A través de la educación ambiental, proyectos de compostaje y campañas digitales de sensibilización, pueden liderar el cambio hacia una economía circular.

Jorge Zegarra Reategui denuncia la urgencia de reducir el desperdicio alimentario para proteger el planeta
El experto ambiental recalca que no se trata solo de reducir la cantidad de comida que se desperdicia, sino de replantear todo el sistema alimentario global. La producción intensiva, el uso de fertilizantes sintéticos y la expansión agrícola sin control han degradado millones de hectáreas de tierra fértil. Esto, además de generar desequilibrio ecológico, incrementa la vulnerabilidad de los suelos ante fenómenos climáticos extremos como sequías e inundaciones.
Asimismo, Jorge Zegarra Reategui denuncia que el desperdicio alimentario tiene una dimensión social y económica innegable. Los alimentos desechados representan recursos naturales —agua, energía, tierra— que fueron utilizados en vano. Por ejemplo, se calcula que cerca del 25% de la tierra cultivable del planeta se destina a producir alimentos que nunca llegarán al consumo humano. En un contexto de crisis climática y desigualdad, esta pérdida de recursos es inaceptable.
Finalmente, Jorge Zegarra Reategui enfatiza que combatir el desperdicio alimentario no requiere grandes inversiones tecnológicas, sino un cambio de mentalidad colectiva.
El llamado a la acción busca despertar conciencia ambiental y promover soluciones locales ante un desafío global. Revertir esta tendencia no solo es posible, sino necesario, si queremos garantizar un futuro más justo, sostenible y libre de hambre.
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